A las influencias ideológicas se añadieron también circunstancias políticas, económicas y sociales que discriminaron a las mujeres y favorecieron la revuelta feminista. Las contradicciones de la filosofía ilustrada -que desarrollaba los conceptos modernos de naturaleza y derechos humanos, mientras consagraba simultáneamente el sometimiento de la mujer al varón y la división radical de funciones- y el modelo de desarrollo de la Modernidad -que excluía a las mujeres de la política, la ciencia y la nueva economía- iban a provocar fuertes tensiones. Las mujeres, los obreros y los pueblos del sur serán los grandes marginados de la sociedad moderna, y los tres protagonizarán sucesivas revoluciones para exigir sus derechos.
En el s. XIX las mujeres sufrían discriminaciones de tipo político (no podían votar ni presentarse a elecciones o cargos públicos, etc), económico (respecto a la posibilidad de tener propiedades, realizar negocios, pedir créditos, ejercer profesiones, etc.), educativo (analfabetismo por la escasez de escuelas de niñas, no poder hacer estudios superiores, etc.), y jurídico (limitaciones del código civil y penal: consideradas como menores ante la ley, dependientes del padre o el marido). Mary Beard dirá que la llegada de la industrialización y una clase media burguesa fuerte hizo crecer una virulenta forma de poder masculino, por el cual las mujeres pasaron a ser posesión del marido.
Cartel sufragista inglés
Esto no quiere decir que las mujeres no influyeran de otra forma, y mucho, en occidente, en el s. XIX. Como señala Julián Marías, el "dominio" natural de muchas mujeres fue la familia, donde ejercieron una influencia importante. La mujer era depositaria de la vida privada y sus formas, influía decisivamente en la vida y costumbres de todos, conservaba y transmitía los valores religiosos, culturales y normas sociales, educaba a los hijos, desarrollaba con frecuencia múltiples servicios asistenciales y a veces trabajaba también en tareas del campo y diversos oficios junto al marido, para la subsistencia familiar. Su aportación a la sociedad fue por lo tanto decisiva, favoreciendo un mundo más humano que aliviaba las tensiones políticas, económicas y sociales, y que aseguró la supervivencia de muchos pueblos.
Los movimientos feministas que más se extendieron en el s. XIX fueron el liberal y el socialista. El feminismo liberal, que actuará en Gran Bretaña y USA principalmente, es un feminismo reformista, muy influído por el liberalismo y Stuart Mill. El feminismo socialista se desarrolló en círculos del socialismo utópico en Francia y Gran Bretaña, y consideraba que sólo el socialismo y no el movimiento burgués de igualdad de derechos podría mejorar la vida de las mujeres. Feministas liberales y socialistas tuvieron frecuentes discusiones y choques en Europa, por motivos ideológicos y religiosos. Muchas feministas liberales procedían del protestantismo liberal individualista. El feminismo católico, que se extendió a finales del XIX y el XX sobre todo en Francia y Alemania, fue más solidario, proponiendo reformas a favor de las mujeres en la vida personal, familiar y social, sin contraponer espacios privados y públicos: avances feministas y atención de la maternidad y la familia debían ser compatibles.
Como es sabido, los derechos políticos -especialmente el voto- fue una de las principales peticiones del primer feminismo y dio nombre al "sufragismo" anglosajón, mientras otros grupos socialistas retrasaron esa exigencia por temor al voto "conservador" de las mujeres (cfr. fechas de obtención del voto en anexo 1). El acceso a la educación secundaria y superior fue otra de las peticiones, y a finales del s. XIX entrarán las mujeres en las Universidades de USA y luego en Europa. Otras exigencias serán de tipo profesional. Respecto a la familia y la sexualidad habrá diferencias en los grupos: el feminismo liberal anglosajón se centró en el "derecho" al divorcio y el control de natalidad; el socialista y anarquista en el ataque a la familia y la defensa del amor libre; el católico en la ayuda a la maternidad y el rechazo a la irresponsabilidad sexual, el divorcio y el malthusianismo o la anticoncepción. Se extenderán también en el mundo angloamericano iniciativas filantrópicas de reforma sexual, regeneracionismos sociales centrados en la maternidad y proyectos de lucha contra la prostitución.
A finales del s. XIX los grupos feministas iban consolidando sus posiciones, y sus programas y actividades eran cada vez más numerosas y conocidas en Europa y América, gracias a la prensa, revistas, congresos, asociaciones, conferencias, libros, debates polícitos y manifestaciones callejeras.
En España no existió en el siglo XIX un movimiento feminista organizado. Algunas escritoras e intelectuales defendieron sin embargo la enseñanza y otros derechos de las mujeres, junto con asociaciones y entidades públicas, y sobre todo privadas. En relación con las escritoras, podríamos señalar tres grupos: las "literatas" famosas (Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Avellaneda...), las intelectuales (institutrices, maestas, profesoras de comercio, etc.), y las escritoras o colaboradoras de revistas (Angela Gassi, Faustina Sáenz de Melgar, Pilar de Sinués, Joaquina Balmaceda, etc.).
Proliferaron también en España movimientos e iniciativas católicas educativas, culturales y sociales para la mujer. Igual que en Francia, en España hubo un elevado número de Fundadoras de Ordenes religiosas y Congregaciones femeninas nuevas dedicadas a la enseñanza, la sanidad y la protección social, que educaron a muchas mujeres.
Los krausistas e intelectuales de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) promovieron diversas iniciativas educativas para la enseñanza de mujeres y niñas, desde la Asociación para la Enseñanza de la Mujer de Madrid, Las Sociedades de Amigos del País y otras asociaciones similares.
La polémica feminista y la educación de las mujeres estuvo presente en debates políticos, reuniones literarias, periódicos, etc. Eran frecuentes las discusiones sobre la misión de la mujer, su capacidad intelectual, los riesgos de una enseñanza similar a los hombres, la imposibilidad de realizar todos los trabajos, etc. La sociedad participó con interés en esta polémica, y surgieron iniciativas nuevas.